Roma: el festín de la vida a mis pies

Caminando los callejones de Roma
Hoy es mi último día completo en Roma.

Me gusta el concepto de último día completo. Quiere decir que mañana es cuando realmente me voy, pero hoy es cuando aún me quedan 24 horas.

También podría decir que es mi última noche.

El mejor momento para marchar es justo ahora: cuando ya aprendí los caminos, cuando ya sé cómo llegar al lugar que quiero (mi estrategia antes era simplemente divagar hasta encontrarlos) y cuando me he comenzado a sentir como en casa.

Como un futbolista que deja la selección en su mejor momento, yo dejo esta ciudad (así como dejé tantas otras), cuando quizás sería propicio decidir quedarme.

No es que haya pensado vivir en Roma, es una metáfora. Además debo ir a esperar a mi hermana para nuestra aventura de 15 días.

Roma ha sido una ciudad encantadora. Aquí me he sentido como en el buffet de la vida. He podido tomar tanto y servirme a destajo de todo aquello que hace a la humanidad grande. Y gorda y lasciva. Como si fuera un all inclusive de Punta Cana, me paré tantas veces a llenar mi plato, que me estoy yendo con la sensación de que puedo explotar en cualquier momento.

Asimismo, este casi mes ha sido tranquilo en términos de mi ritmo de vida. He recorrido un montón, caminado excesivamente, trabajado bastante haciendo my beloved intercambio de trabajo... pero he tenido la fortuna de hacer vida de barrio. Me estuve quedando en un barrio bohemio lleno de bares, restaurantes, tiendas, a 20 minutos de todos los atractivos de la ciudad. Eso me ha significado tener todo al alcance de mi mano. Salir a la 1 AM en busca de un helado a la vuelta y comprar mayonesa en el almacén frente al departamento. Ni me hagas hablar de los cornetos de chocolate que me he comprado en la panadería de la esquina. Ni de los shots que me he tomado a una cuadra y media. Ni de los tragos que me invitaron en el mercado a orillas del río Tíber.

Hola, bienvenidos al festín de la vida


¿Es posible vivir mejor? Y sí, uno siempre tiene ideas de miles de cosas que harían una estadía perfecta aún mejor. Visitas de amigos, estar con la familia, tener un gato en casa... Pero todo eso no es más que codicia. En Roma he vivido el festín de mi vida y no me atrevería a pedir más.

No me atrevo a pedir más.

Pero sí me atrevo a tomar sin preguntar y a no conformarme. El mundo tiene que seguir preparándose para mí porque mis manos quieren asir todo. Todo.

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